El viaje de William es un descenso órfico, es decir una travesía del cielo hacia el infierno (como lo designa el mecánico del tren en la primera escena), de la civilización hacia la barbarie, de la razón hacia los instintos. Al traspasar el fin de la línea férrea, William está cruzando las fronteras del orden para llegar a los territorios donde no hay ley, sólo caos. Por lo tanto, tiene que transformarse. En su vida anterior, según Nadie, había sido poeta y pintor, ahora es contador, pero se tiene que convertir en asesino para sobrevivir. Tus poemas ahora serán escritos con sangre, dice Nadie en sus primeros diálogos. De esta manera, el protagonista tiene un viaje interior también, además de su viaje físico. Tiene que convertirse en un bárbaro que sabe matar sin pestañear. Para lograrlo, el protagonista tendrá que pasar por ciertas pruebas de supervivencia, que en el fondo consisten en agudizar los sentidos y matar confiadamente, sin titubeos. Comienza siendo completamente dependiente de Nadie, pero después de sobreponerse a ciertos obstáculos, matar ciertas personas, va madurando de a poco. Sólo en el momento en que Nadie lo deja a sobrevivir solo, William se transforma en hombre, asume su rol de hombre salvaje y mata a dos hombres de la ley, diciendo: ¿conoces mis poemas?, pero refiriéndose a sus asesinatos. Ahora está escribiendo sus poemas con sangre como lo había dicho Nadie. Al final de la película, William Blake es un famoso asesino buscado por la ley, por el que ofrecen grandes sumas de dinero como recompensa. En una tienda, incluso le piden su autógrafo. Se había hecho famoso como criminal. Al morir, fue enterrado bajo los ritos indígenas, bárbaros; y no bajo los ritos occidentales civilizados. De esta manera, el protagonista y héroe William Blake viaja de un extremo civilizado hacia el opuesto; bárbaro y salvaje, junto a todas las contradicciones que eso pueda significar.
Y sin duda Lecter es un personaje magnífico: un auténtico monstruo, tan peligroso e inquietante como fascinante y atractivo. Es un predador entre ovejas, tan superior a ellas que ni siquiera se molesta en demostrarlo; una criatura para la que el bien y el mal, tal como los entendemos, carecen de sentido y que no se siente, ni probablemente lo sea en el fondo, parte de la especie humana. Eso, unido a sus maneras impecables, esa mezcla de buena educación casi británica y de sutil superioridad pedante (por no mencionar su conocimiento enciclopédico de casi todo y su ingenio y previsión para salir de las situaciones más apuradas) hicieron de él un icono popular enseguida.

Proverbios del Infierno William Blake

Proverbios del infierno

En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha enseña
y en el invierno goza.

Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.

La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.

La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.

Quien desea y no actúa engendra la plaga.

El gusano perdona al arado que lo corta.

Sumergid en el río a quien ama el agua.

El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.

Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.

La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.

A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.

Las horas de la locura las mide el reloj,
pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.

Ningún alimento sano se atrapa con red ni trampa.

En años de escasez, usa número, peso y medida.

No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.

Un cuerpo muerto no venga injurias.

El acto más sublime consiste en poner a otro delante de ti.

Si el necio persistiera en sus necedades llegaría a sabio.

La necedad es el atuendo de la bellaquería, la vergüenza es
el atuendo del orgullo.

Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los burdeles
con ladrillos de religión.

La altivez del pavo real es la gloria de Dios.

La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.

La ira del león es la sabiduría de Dios.

La desnudez de la mujer es obra de Dios.

El exceso de pena ríe; el exceso de dicha llora.

El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado
y la espada destructora, son porciones de la eternidad demasiado grandes
para que las aprecie el ojo humano.

El zorro condena a la trampa, no a sí mismo.

El júbilo impregna; las penas engendran.

Dejad que el hombre vista la melena del león y la mujer el vellón de la oveja.

El ave un nido, la araña una tela, el hombre la amistad.

El egoísta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceño han de considerarse sabios, y podrían ser medidos con la misma vara.

Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado.

La rata, el ratón, el zorro y el conejo vigilan las raíces; el león, el tigre, el caballo
y el elefante vigilan los frutos.

La cisterna contiene; el manantial rebosa.

Un pensamiento llena la inmensidad.

Si estás siempre listo a expresar tu opinión, el vil te evitará.

Todo lo que es creíble, es una imagen de la verdad.

Nunca el águila malgastó tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del cuervo.

El zorro se provee a si mismo; pero Dios provee al león.

Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.

Así como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.

Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.

Del agua estancada espera veneno.

Nunca sabrás lo que es suficiente a menos que sepas lo que es más que suficiente.

¡Escucha los reproches de los tontos! ¡Forman un título real!
Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.

El débil en coraje es fuerte en astucia.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer, tal como el león no
interroga al caballo sobre cómo atrapar la presa.

Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.

Si otros no hubiesen sido tontos, lo seríamos nosotros.

El alma rebosante de dulce deleite jamás será profanada.

Cuando ves un águila, ves una porción de Genio: ¡Alza la cabeza!

Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos,
el sacerdote lanza sus imprecaciones para los más dulces goces.

Crear una florecilla es labor de siglos.

La condena estimula, la bendición relaja.

El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.

¡Las plegarias no aran! ¡Los elogios no cosechan!

Las alegrías no ríen. Las tristezas no lloran.

La cabeza lo Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza;
manos y pies la Proporción.

Como el aire al pájaro o el agua al pez, así es el desprecio para el despreciable.

El cuervo quisiera que todo fuese negro; el búho, que todo fuese blanco.

La exuberancia es belleza.

Si el león recibiese consejos del zorro, sería astuto.

El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del Genio.

Mejor matar a un niño en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la práctica.

Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril.

La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.

¡Suficiente! o demasiado.